Reseña del libro "Al acecho"
Es media noche. En una calle de Salamanca, junto a su Plaza Mayor, un estudiante de Medicina prepara el examen final de una asignatura. Pero muy pronto su atención se aparta del libro para observar una ventana del edificio de enfrente que vomita impúdica al exterior su luminosidad impertinente. Unas jóvenes turistas francesas, en ropa interior, se dejan ver pululando en su habitación Se sobresalta el estudiante, deja de estudiar, apaga la luz y, protegido por la oscuridad, se pone al acecho. Al acecho, dice la RAE en la edición vigente de su Diccionario que es una locución adverbial que significa "observando y mirando a escondidas y con cuidado". Pero en la entrada del hoy casi olvidado verbo "acechar" señala su procedencia de un verbo latino que significaba "seguir, perseguir". Así pues, además de mirar a escondidas (acción del voyeur), Al acecho conlleva un matiz cinegético indudable y, por ello, se utiliza para designar una cierta forma de cazar. Conviene decir esto para comprender a Antonio, protagonista de esta novela, que acecha a sus jóvenes presas en tiempos de represión y de opresión, ansioso por conseguirlas y excitado como un cazador en su espera. Y es a causa de este estado de vigilia y excitación, acentuado aún más por el embrujo de la noche en que la acción transcurre, cuando solo la Salamanca burguesa se podía permitir hacerlo para divertirse, que nuestro protagonista entra en la oscuridad de su propio yo y allí, entre recuerdos, anhelos, percepciones y quimeras, vivirá una aventura AL ACECHO, sorprendente y apasionante. Un happening que Martín Barrigós describe con un estilo y una prosa perfectamente adaptados a la sucesión de secuencias de la narración, a veces esperpénticas y delirantes, a veces dramáticamente deductivas, racionales y congruentes...
